martes, 5 de octubre de 2010

(3) PRIMEROS AÑOS DE VIDA

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El BUEN COMIENZO
es un derecho de todos los niños y niñas

La etapa prenatal y los primeros tres años de vida constituyen un período crítico para el desarrollo cognitivo, del lenguaje y de las destrezas sociales y emocionales.

En ese período de la vida, el crecimiento cerebral es más rápido y dependiente de una buena nutrición y ricas experiencias emocionales. El 40% de las habilidades mentales del adulto se forman en los tres primeros años de vida.

Desarrollo infantil es mucho más que alimentación adecuada. Los niños de 0 a 3 años se desarrollan y aprenden con mayor rapidez cuando además reciben afecto, comprensión, cuidado, estimulación (un medio ambiente enriquecedor) y atención de la salud.

Cuando el niño o niña recibe una buena crianza y atención durante sus primeros años, tiene más posibilidades de sobrevivir, de crecer de una manera saludable, de desarrollar plenamente su capacidad de pensamiento, verbal, emocional y sus aptitudes sociales.

A esta temprana edad se estructura la base de la personalidad del sujeto, las matrices afectivas, de aprendizaje, de inserción social y se generan gran parte de las condiciones personales para el futuro individual y social.

Asegurar que los niños disfruten durante sus primeros años de las mejores condiciones de vida es una de las inversiones más inteligentes que puede realizar un país que piensa en su futuro y en la posibilidad de ser parte de una economía mundializada que se basa en la fortaleza de su capital humano.

Garantizar un BUEN COMIENZO para los niños y niñas puede contribuir a quebrar los ciclos de la pobreza, la enfermedad y la violencia que afectan al país.
Los niños son receptores y recreadores de valores y principios esenciales que rigen a toda la sociedad. Ayudar a que ellos crezcan y se desarrollen en ámbitos donde predominen valores como la justicia, la solidaridad, la equidad, el respeto, la participación y la ciudadanía, forma parte de la construcción de una sociedad mejor.
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Los factores genético, hormonal, nutricional y afectivo inciden en el crecimiento infantil adecuado. Pero si algún pequeño presenta fallas en alguno de estos, no quiere decir que sean definitivos. 

El crecimiento de los niños, en cuanto a peso y talla, es un aspecto esencial sobre el que los padres deben estar atentos durante la crianza de sus hijos, pues en caso de presentarse algún inconveniente, la detección temprana permite tratarlo y corregirlo.

“A veces nos preocupamos mucho por el peso del niño y nos olvidamos de que este va ligado a la talla; es decir, si su talla no aumenta, tampoco subirá de peso. Entonces, si nos dedicamos a aumentarle el peso dándole más comida y suplementos alimenticios creyendo que así crecerá más, lo que se logra es que el niño engorde, no que crezca”, explica Shokery Awadalla, endocrinólogo pediatra.

El especialista afirma que, en condiciones normales, un bebé que ha nacido con una talla de aproximadamente 50 centímetros y unos 3 kilos y medio de peso, en el primer año debe crecer en promedio de 20 a 25 centímetros y aumentar alrededor de 7 kilos de peso. En el segundo año, el niño aumentará unos 3 kilos de peso y su talla aumentará en 12 centímetros. Para el tercer año se espera que el niño suba entre 2 y 3 kilos de peso y su talla se incremente en 7 centímetros. Del cuarto año en adelante, el niño crecerá 5 centímetros por año, hasta cuando llega al inicio de la pubertad, que es aproximadamente a los 9 años en las niñas y 10 años en los niños.

Sin embargo, Awadalla sostiene que puede haber variaciones; por eso, es indispensable que el control lo haga el pediatra del niño. Aún así, el mejor método para que los padres supervisen el crecimiento de sus hijos es a través de la ropa del pequeño; es decir, niños de dos años que todavía usen la ropa del año y medio. Igualmente, es posible detectar alteraciones cuando el niño es el más bajito del curso.

Factores que inciden en el crecimiento infantil

Factor genético. Se refiere esencialmente a los genes que el niño heredó de su familia. Ahora bien, hay que tener presente que existe una gran diferencia entre talla baja genética y la talla baja patológica por genética. Es decir, la talla baja genética implica que la talla de los padres incide de una forma u otra en la talla de los niños. “Así, los hijos de padres de baja estatura pueden ser también bajitos. Pero no hay que confiarse —dice el especialista—, porque los padres pueden tener alguna enfermedad genética hereditaria que incide en la talla y que hereda el niño”. Por otro lado, la talla baja patológica por enfermedades genéticas es causada por alteraciones en el número o la estructura de los cromosomas. La más conocida es el síndrome de Turner, que se presenta en las niñas.

Factor hormonal. Awadalla asegura que el equilibrio hormonal es indispensable, aunque en las diferentes etapas del desarrollo, hay una hormona específica que lidera el crecimiento del niño. “Por ejemplo, a nivel intrauterino, la hormona que interviene directamente en el crecimiento es la insulina. Una vez nace el bebé y hasta los dos años, la más importante es la producida por la tiroides”, explica el especialista. 

Factor nutricional. La alimentación balanceada y nutritiva es determinante para el crecimiento de los niños. Sin embargo, Awadalla subraya que “existe una gran diferencia entre ser delgado y ser desnutrido”. Es fundamental tener esto en cuenta, pues actualmente hay un aumento extremo en la obesidad de los niños, porque se cree erróneamente que si el niño es delgado, hay una falla en su crecimiento y que, por eso, se le debe subir de peso. Así, lo único que se logra es engordarlo, no ayudarlo a crecer.

Factor afectivo. “A los niños hay que quererlos para que crezcan. Si el niño no es amado, no va a crecer”, subraya Awadalla enfáticamente y agrega que existe una entidad que se conoce como ‘enanismo sicosocial’. Cuando un niño lo padece, su efecto es que no crece porque no hay quien lo quiera, consienta y mime o porque vive en un ambiente de indiferencia u hostilidad que hace que su hipófisis deje de producir la hormona del crecimiento.
Este factor lo puede detectar un pediatra atento cuando al niño lo lleva a la consulta la vecina, la nana o la empleada, pero no se le conoce ningún familiar cercano, ni los papás.

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